Todos los días llegan los últimos, y así lo recuerda el enjambre formado en espectacular sincronización, pero condenado una vez más a un estrepitoso fracaso.
La regla había permanecido inexpugnable. Nunca se había roto, porque nunca nadie había sido capaz de hacerlo. Pero los drunkenitas...
Ni siquiera intentaron respetar la regla, simplemente la rompieron.
Al principio todos pensaron que se trataba de algún error del sistema, una anomalía provocada por algún fallo burocrático subsanable en breve. Pero el primer drunkenita pronto desveló que había descifrado el código del collar de protocolo.
Los compañeros sonda inmediatamente informaron del acto de rebeldía. La medida fue privarle para siempre de la tarde del viernes y cambiar el código del collar de protocolo. El drunkenita entró en cólera y decidió comenzar lo que a día de hoy ha sido la peor pesadilla conocida de BV(*).
Infiltró al segundo drunkenita, engañando al sistema de I/O, y juntos escribieron el exploit que anula cualquier código del collar. Los ingenieros de BV trabajan noche y día, sólo para ver como el exploit destruye sus egos burlonamente, devolviéndoles a su simpleza.
Un mal uso del exploit desemboca en alteraciones físicas, y así, BullNeck, encargado de los sistemas de seguridad, ya ha sufrido una mutación que lo ha convertido en El Minotauro.
Ahora él, en contra de su voluntad, tampoco respeta la regla. Por eso los ingenieros se niegan a estudiar el exploit, temerosos de correr la misma suerte.
Así es como se cimentaron los enjambres, como intentos desesperados de imponer una presión que nadie es capaz de soportar.
En el ocaso, aparece al encuentro de los drunkenitas la última esperanza de lograr imponer la regla. Es otro enjambre, pero esta vez compuesto de miradas expertas, ensayadas e intencionadas. Es el ataque del enjambre de poder.
Fracasa.
(*) Bastards Village